El estrés es una respuesta que emite el
organismo ante una demanda. En principio consiste en una respuesta adaptativa,
que puede resultar beneficiosa para incrementar y mantener el rendimiento. Por
ejemplo, si nos preocupamos por preparar una buena comida, esta preocupación
puede provocar que nos dediquemos más tiempo a organizarnos para que los
resultados sean buenos. Si nos preocupan los accidentes de tráfico, seguramente prestaremos más atención
a la hora de conducir, intentaremos no hacerlo si bebemos, etc. En estos casos,
el estrés puede ayudarnos a funcionar eficaz y saludablemente.
En cambio, el exceso de estrés puede
perjudicarnos afectando a nuestro rendimiento y salud, y constituyendo uno de
los factores de riesgo de las enfermedades más graves de nuestro tiempo.
Las situaciones, factores,
acontecimientos, etc. que causan estrés se denominan “estresores” y pueden ser
tanto agradables como desagradables. Ejemplos de estresores agradables pueden
ser: una boda, ganar la lotería,etc. Como estresores desagradables podemos
mencionar un divorcio o la pérdida de empleo.
Pero cualquier circunstancia puede constituir un estresor si el
individuo la vive como amenazante.
Así pues, nuestra respuesta dependerá
de dos aspectos principales:
1.- Las
situaciones estresantes
2.- Las
características personales
Ante una determinada situación, cada
persona puede responder de una forma concreta
en función de la valoración que haga de la misma y de sus propios
recursos para afrontarla.
Hay algunas situaciones estresantes que
no podemos modificar, pero sí podemos intentar adaptarnos a ellas de la mejor
forma posible. Los principales métodos se basan en actuar sobre tres
componentes: pensamientos, emociones y conductas.
Para actuar sobre nuestras emociones (angustia, ansiedad, cólera)
se recomiendan técnicas de relajación,
concentración y visualización, que exigen un entrenamiento para poder
automatizarlas cuando percibamos esos sentimientos negativos.
Para modificar los pensamientos necesitamos tomar conciencia de los mismos, valorar su
racionalidad y buscar alternativas para rectificarlos. En muchas ocasiones
tendemos a maximizar los acontecimientos negativos y a minimizar aquellos que
son agradables, por lo que aprender a pensar
en positivo es uno de los objetivos que debemos plantearnos.
Llevar
una vida sin estrés. Principales recomendaciones.
- Saber
gestionar el tiempo. Se pueden utilizar diferentes métodos: llevar una agenda
bien organizada, concentrarse en realizar las tareas de una en una, centrarse
en el “aquí y ahora” y no dejar para mañana lo que podemos hacer hoy. Para
llevarlos a cabo, también necesitamos modificar nuestros pensamientos, sin
dejarnos arrastrar por la pereza que supone realizar algunas actividades.
- Saber
solucionar los problemas. En ocasiones resulta complicado porque nos paraliza la toma
de decisiones, la duda, el perfeccionismo o el sentimiento de estar
desbordados, lo que puede producir una pérdida de tiempo y energía. Para enfrentarnos a nuestros problemas necesitamos
un método estructurado, con el cual podamos definirlos y buscar posibles
soluciones para poder tomar una decisión.
Cuando se
trate de problemas relacionales es necesario evaluar nuestras habilidades
sociales, fundamentalmente nuestra forma de comunicarnos con los demás.
- Adoptar una
buena higiene de vida, procurando una alimentación
equilibrada, unos hábitos de sueño adecuados
y la realización de alguna actividad física con regularidad. También es importante evitar o reducir hábitos tóxicos, como el tabaco, el alcohol y el
café u otras bebidas estimulantes (té, cola).
-
Revisar
nuestra filosofía de vida, estableciendo nuestras prioridades
por orden de importancia y definiendo nuestras responsabilidades, a nivel profesional y personal.